Muertos que renacen, fantasmas que desaparecen. Quizás Jack Kerouac se encuentre por el camino y se haya convertido en alguna especie de guía.
Un cienpiés sin cabeza. Una bruma que aparece.
Del verso libre a la locura hay solo un paso.
Yo no he visto a las mejores mentes de mi generación atolondradas por la locura, pero he observado a algún que otro tarado sucumbir a la desidia que te convierte en un cuerdo aburrido.
Detrás de la calma a veces viene la Tempestad.
Tengo un impulso que necesita llenar los espacios con palabras, dibujos, desvaríos y pegatinas. Intenté matarle a tiros, pero resulta que lleva puesto un férreo chaleco antibalas. Él es el equivalente al pájaro azul de Bukowski, y nunca callará ni dejará de moverse por mucho Lorazepan que use para amainarle.
Oh, desventura. Oh, tempestad. Solo puedo ponerme de vuestro lado y dejar que mutéis en algo hermoso. Solo consigo calmaros si os permito existir sin más.
Hacia un lado y hacia el otro os movéis dentro de mí hasta encontrar vuestro sitio; ese lugar al que siempre pertenecisteis y en el que nunca os permití estar.
He descubierto que no hay nada Salvaje si lo dejas existir como Necesita.
Es estúpido pero cierto rogarle a los dioses que te presten ayuda mientras sin piedad les amenazas con masacrarles si asoman la cabeza.