Si tienes la suerte y la desgracia de escribir un diario desde que eras niña, comprobarás, si vuelves a leer lo que hace tiempo escribiste, que la verdad de tu vida está siempre en el presente.
Aquel percance al que en el pasado le dedicaste tantos párrafos, te asombra porque, a día de hoy, no le dedicarías ni la mitad. Encuentras que aquel chico que te gustaba mucho en esa época, en tiempo presente, no te explicas cómo pudo atraerte tanto. Ves que ese proyecto que un día te ilusionó de manera arrebatada, acabó perdiendo su magia y al final acabaste no haciéndole ningún caso. Y esas creencias que te parecían tan válidas, reales, absolutas y eternas sobre el amor, la amistad, la vida, las relaciones personales, lo que querías, a dónde deseabas ir y no sé cuántos temas más, en la actualidad, te parecen bobadas de alguien que no tenía ni idea de lo que estaba diciendo. Echando la vista atrás no te explicas determinadas cosas ni recuerdas hechos que parecían inolvidables.
No importa si no tienes la suerte o la desgracia de tener un diario, siempre habrá alguien que te recuerde frases o cosas que dijiste, amaste o hiciste en el pasado creyendo que eran la verdad, que serían así eternamente y que, más tarde, cambiaron por completo.
No podías vivir sin ella-él, creías que te volverías loca si no conseguías ir a tal o cual sitio, realizar no sé qué cosas o contar una historia que te parecía alucinante y que, si le echas un vistazo en la actualidad, sólo era una más de las que le sucede a la mayoría de la gente.
Pero entonces, ¿todo ha sido mentira? ¿Todo lo que creías sintiendo que era la verdad era en el fondo una falacia? Pues no, no creo que se trate de eso; sencillamente las verdades de nuestra existencia viven en tiempo presente y, cuando este tiempo se convierte en pasado o aún es futuro, nos pueden parecer hasta mentira. Seguro que has tenido que hacer un montón de cosas que creíste que no podrías soportar o que, simplemente, jamás se te ocurrió que pudieras hacer.
El mero acto de existir a través del tiempo va transformando nuestras verdades, prioridades y expectativas. Los “para siempre” y los “nunca” pueden cambiar en cuestión de días, de hechos, de golpes, de nuevos conocimientos, de presente de vida. Y sólo por eso: porque la verdad de nuestra existencia se encuentra siempre en el presente.