Es cierto que a veces deseo la muerte, es cierto que a veces anhelo la vida eterna. Es cierto que soy una chica cabreada y ensimismada que vive en su propio mundo.
La realidad nunca tuvo, tiene ni tendrá casi nada que ver con lo guapos que son todos en las series de televisión, ni con las historias maravillosas de amor de las películas, tampoco con el optimismo de la música pop, ni con las sonrisas y la belleza que se exhiben en los anuncios y en las portadas de las revistas. Cualquier cosa puede resultar divertida en los dibujos animados; y todo es fantástico en los finales de los telefilmes en donde cada personaje consigue lo que quiere o a quien quiere y queda con un brillo chispeante en los ojos que a todos deseríamos tener alguna vez.
Nadie me había contado lo mucho que duele cerciorarse de que el refresco maravilloso no refresca tanto, de que la persona a la que te follas por la noche, cuando al día siguiente se despierta, tiene legañas en los ojos y mal aliento; que no todo el mundo puede ganarse la vida siendo una super estrella, que hay un pasaporte llamado Dinero, que ese a quien amas hoy perdidamente, mañana puede ser tu mayor motivo de odio, que tienes todas las papeletas para convertirte en lo que tanto criticaste cuando eras muy joven.
Nadie me había advertido que la vida puede ser tan jodidamente aburrida y doler tanto como me duele, ni que a los 29 años puedes sentirte la persona más vieja del mundo.
¿Por qué estoy tan cabreada? Porque no soporto que existir sea esta mierda, sólo esto. Porque hacerse mayor no ha resultado ser tan estupendo como yo creía que era. En realidad es decepcionante...
¿Dónde está la tierra prometida y el estilo de vida que me han hecho desear hasta la locura? ¿Dónde está mi comedia romántica y el trabajo en el que sentirme realizada?
Sé cómo me gustaría que fuesen las cosas, pero desgraciadamente también sé cómo son las cosas.
Historias de película, optimismo pop, sonrisas y belleza televisiva, vitalidad de anuncio, bienestar colorista, diversión de dibujo animado, final feliz al acabar el episodio, deseo romántico en la escena crucial, entusiasmo al llegar la Navidad, ¿dónde estáis ahora? ¿Dónde estáis cuando se os necesita?
(extracto del libro El Manifiesto del Caos. 2008)