Salir a enfriar la mente, caminar hasta desgastar la energía, tener a la nada como única certeza.
Vagar con una ruta indefinida, intentar divisar algún tío guapo, saber que sólo tus ojos captan la belleza de un atardecer más.
Inundarte de belleza y sentirte subyugada por ello, tratar de reconciliarte con el tiempo, el mundo, tu ser profundo. Escuchar al pasar retazos de conversaciones.
Leer un graffiti en una pared, observar el horizonte y estremecer, asimilar lo poco que haya pasado durante la jornada y lo mucho que no ha pasado.
Configurar frases que al instante se desvanecen en tu mente, respirar aire casi helado, volver a casa y divagar sobre un cuaderno hasta que se agoten las palabras.