UNA TEMPORADA EN EL INFIERNO

Aprieta. Aprieta fuerte contra mi pecho esa energía que proviene de los rencores y las iras del pasado, de un dolor reincidente en lo más profundo con el que trabajo con esmero para poder librarme de él.
De vez en cuando aparece una melodía en mi mente, un pensamiento extraño desde lo recóndito, una imagen o una sensación de paz y cordialidad. Todo es nuevo para mí en este camino de sensaciones desconocidas con las que poco a poco voy familiarizándome.


Es obvio que el cambio está presente, que las energías obsoletas se están renovando, que más allá de mí, pero dentro de mí, algo me envía información valiosa y me da buenas noticias. Creo que esto es señal de recuperación, de una recuperación sin nada de prisa y con alguna que otra pausa.
No es fácil sobrellevar lo que me ha ocurrido. Supongo que cuatro años en el infierno del síndrome de fatiga crónica son demasiado para cualquiera.
Aunque a veces me siento débil, porque me fallan las fuerzas debido al largo y tortuoso trayecto, el ánimo esperanzado va haciendo acto de presencia y surgen ideas que me ilusionan. Qué más puedo decir excepto que siga esa suerte.