Descubrir que esa Nada no es mortífera, más bien lo contrario; que puede darte vida y resultar terapéutica.
Me lo permito, me lo consiento y hasta lo disfruto: NADA, NADA, NADA, y nada más.
Esa bendita puede ser a la vez varias cosas: un refugio, una evasión mental, un punto de partida, un estado en el que recuperar las fuerzas… Hay gente que tiene que beber o drogarse para alcanzarla; yo estoy accediendo a ella proponiéndomelo, consintiéndomelo, dejando que ocurra. Porque me he pasado la vida entera obligándome a ser cosas, ALGO, capaz, fuerte, infalible………. ¿Y a qué me ha llevado eso? A no saber quién o cómo soy yo de verdad sin todas esas putas jodiendas acosándome.
La Nada es un estado perfecto desde el que partir, desde el que esperar a que un impulso o una atracción verdadera llegue, se encienda, me guíe. Yo comparo esto con lo que hacen en esos colegios de educación alternativa en los que los niños entran y les dejan, por sí solos, acercarse a las actividades o asignaturas que les marca el instinto; sin trabas, sin condiciones…
Por eso me estoy permitiendo deshacerme de todo lo que me ha condicionado de forma acosadora hasta hoy en día, porque quiero alcanzar esa Nada, ese estado puro (o casi) en el cual sé que en algún momento notaré algo (algo que no ha de pensarse) y que me guiará verdaderamente hacia lo que es mío, lo que me pertenece o a lo que pertenezco de forma natural como les ocurre a los niños de esos colegios mencionados.