He disparado como una insumisa, como una energúmena, como una bestia en celo a la que le puede la entrepierna.
He masacrado, como una colección de nazis sin sentido, como una selección de francotiradores empedernidos que torturan sin piedad dando siempre en el blanco. Y no ha sido blanco lo que he sentido, sino demasiadas cosas oscuras que se asfixian con pena y muerden sin
control de su pecado.
He disparado contra quien no debía siendo esa “quien no debía” YO. Yo atenta de mí y aterrorizada por mí. Yo pendiente de mis demonios enfurecidos que han tenido mi cara y mi nombre, mi alma y mi vientre, mi vida y mi pasión de hombre lobo sin luna llena. Porque yo soy un lobo, un animal al que nunca le ha importado el perdón de los pecados y la puta vida eterna, Amén.
Puede ser hermoso escuchar a alguien lleno de sonidos bellos y palabras esperanzadoras, incluso si ellas son una gran mentira camuflada de una singular verdad y que te dice así: -Oye, lugareña de mi alma, ¿quieres hacer un trato conmigo? ¿Quieres amanecer en un llanto que te alivie por siempre de todas las penas? ¿Te apetece dar una vuelta por el cielo y probar su manto de miel?
Algo gimió embaucado y agarró su mano, ese algo pude ser Yo en un estado muy precario, primigenio, que ya desde el inicio estaba cargado de inquietud y miedo, de ambición y deseo.
-¿Te da miedo la vida?- quizás preguntó una sombra luminosa y astuta –Agarra mi mano y te guiaré. El único coste será el control de tu alma. No te preocupes, el viaje será incierto pero maravilloso.
Me engañaste. Me engañé, y el resultado ha sido un disparo constante al que nunca escuché a pesar del estruendo que no acababa nunca.
¡¡RAA-TA-TA-TA-TA!!
febrero 2021